GRAN JOHN
Habían pasado muchas horas desde el incidente en la
torre, Gran John estaba encarcelado en las celdas del campamento. Era un
habitáculo pequeño, casi claustrofóbico, con paredes grises. Los barrotes
estaban formados por campos magnéticos, emitían una luz de color azul
brillante, en el suelo un colchón viejo sin sabanas y un cubo sucio para hacer
sus necesidades. Apestaba a heces, puesto que momentos antes le había dado un
apretón y como no sabía cuanto tiempo mas pasaría en aquel agujero, decidió
desahogarse en el cubo.
Tampoco había noticias de sus compañeros Potito y
Glanius. Desde que los soldados lo arrestaron y desarmaron, Gran John había
perdido contacto con el exterior. Nadie le acompañaba en las celdas colindantes,
todas estaban vacías.
Horas de soledad, sin comer ni beber, lo único que
sabía era porque estaba metido en aquel calabozo. No llegaba a entender como
eran capaces de dejar morir a gente inocente. El "ejercito del pueblo
libre" ya no era como antaño, había perdido todos los valores de su
fundador.
La ira se apodero de su ser y en un arrebato de locura
cogió el cubo y lo lanzó contra los barrotes en un gesto de rabia. El cubo se
quedó pegado al campo magnético, pero la mierda y la orina rebosaron acabando
esparcidas por el pequeño calabozo, siendo Gran John el mas perjudicado.
<< Genial ahora apestare a mierda quemada
>> pensó.
-¿A que huele aquí?- unos soldados se acercaban a los
calabozos bromeando acerca del olor procedente de estos-¿Eso es mierda quemada?
-¡algún héroe loco se abra peleado con los barrotes a
base de pedos!- los soldados se burlaban, desde luego no eran sus compañeros.
-¡Tú!- uno de los soldados estaba enfrente de su
celda. Era alto, rubio, cara pecosa, debía ser joven. Se dirigía a Gran John en
tono amenazador -Vamos Pececito quiere hablar contigo, la has liado parda.
Pórtate bien o te pudrirás en este cuchitril.
El soldado desactivo el campo magnético, los rayos
azules desaparecieron y el cubo cayó al suelo echando humo. Antes de salir Gran
John se limpió un poco la mierda que tenia esparcida por cara y manos con el
colchón.
Como un corderito siguió a los soldados escaleras
arriba, en dirección al despacho del jefe. Otros dos soldados iban detrás de
el, sin quitarle ojo de encima con sus armas listas para disparar a la más
minima señal de resistencia.
El cuartel era pequeño, solo dos plantas y un sótano
donde estaban los calabozos. Todas las habitaciones parecían iguales, a
izquierda y derecha literas por doquier, en todos los pasillos la misma peste a
sudor concentrado. Las únicas estancias diferentes del resto eran la armería,
la enfermería y el despacho de Pececito.
Finalmente entraron, los soldados se quedaron atrás,
tapando la salida. Gran John estaba enfrente del escritorio de Pececito, el
jefe le estaba observando con mirada seria, sin pestañear, sentado en su sillón
viejo de piel.
Era un hombre alto, de avanzada edad, hacia mucho
tiempo que por el centro de la cabeza no le crecía un solo pelo, los que
conservaba a los lados eran canosos, su mirada perdida la escondía de tras de
unas gafas de pasta sin cristal, todo el mundo decía que era para parecer mas
interesante pero a Gran John le parecían ridículas. El puro siempre acompañaba
a pececito, le gustaba mucho fumar, tanto que los soldados bromeaban con la
extinción de los puros de antes de la guerra y las nuevas cosechas.
-¡El héroe anónimo del pueblo!-comenzó dándole una
calada al puro, llenando la sala de humo -¿Sabes porque estas aquí verdad?
-Me hago una idea. ¿Donde están mis compañeros?-
preguntó Gran John.
-¿Estas siendo juzgado y lo único que te importa es
saber donde están tus amigos?- hizo una pausa para darle una calada al puro y
prosiguió -No fueron tan buenos chicos como tú. Mis soldados intentaron
arrestarles, pero lo único que consiguieron fue que tu compañero el bicho verde
mandara a diez de ellos a la enfermería- Gran John dejó escapar una sonora
carcajada- Yo en tu lugar no reiría tanto. Están en busca y captura. Tú serás
el encargado de traerlos de vuelta para que sean juzgados.
-¡Lo llevas claro!- fue la respuesta Gran John.
-Quien lo lleva claro eres tu- añadió
Pececito-¡Trucha, Yate, ponerle los collarines!
Dos de los soldados que vigilaban la puerta de salida,
cogieron unas pulseras metálicas con un Led rojo apagado. Gran John sabia de
que pulseras se trataba. Eran collarines MK65. Se utilizaban antes de la guerra
en las prisiones. Los presos dependiendo del grado de seguridad, llevaban
dichos collarines para evitar fugas, bien en las muñecas, bien en los tobillos,
en cuello o en el peor de los casos el conjunto de todos. El intentar
quitárselos o alejarse demasiado del trasmisor de frecuencia que los controlaba
provocaba la explosión inminente de estos collarines.
<<Estoy perdido- pensó Gran John- me tienen
cogido de pies y manos nunca mejor dicho. No mostró resistencia alguna. Los
guardias le pusieron collarines en pies y manos.
-¡Tu ganas! ¡Pero creo que con esto puesto no voy a
llegar muy lejos de aquí!
-¿Crees que no lo tengo todo pensado?- ahora era Pececito
quien dejaba escapar carcajadas-Mira detrás tuyo.
Gran John se giró ligeramente la cabeza, un robot gris
metalizado, esférico del tamaño de un balón de futbol se había posado a sus
espaldas sin el darse cuenta. Estaba suspendido en el aire, totalmente
silencioso. En la parte frontal tenia una pantalla táctil rota, a los laterales
antenas receptoras y pequeños alerones.
-El balón como tu le llamas es tu vida ahora mismo, si
el muere tu te quedas sin manos y pies a merced de los depredadores, si te
alejas demasiado o intentas escapar de el, correrás la misma suerte. Cuídalo
bien, pues de el depende tu vida. Ahora fuera de mi vista.
Antes de abandonar la base, Gran John recogió sus cosas,
le permitieron llevarse el cañón Gauss que tenia en régimen de alquiler con el
ejército.
Caminaba hacia el sur, los guardias antes de marcharse
le informaron en que dirección huyeron sus amigos. Aunque después de tantas
horas podrían estar en cualquier sitio. Iba a ser tarea difícil encontrarles.
Una cosa tenía clara, debía deshacerse de aquel robot y de los collarines lo
antes posible. Seguramente el robot servia de baliza para rastrear su posición
en cualquier momento.
Habían pasado varias horas desde su salida del
campamento, Gran John estaba un poco desorientado, de noche se hacia difícil
seguir una dirección en concreto, durante el trayecto el robot no había dejado
de seguirle, sin hacer sonido alguno, totalmente sigiloso aunque notaba su
presencia en todo momento.
No veía población o ciudad cercana entre tanta
oscuridad. Solo una gasolinera abandonada.
Tenia las persianas echadas y al parecer oxidadas
<<Posiblemente este cerrada desde antes de la guerra pero me
extraña>> pensó Gran John. Todos los lugares absolutamente todos habían
sido saqueados. Bien durante la guerra o después, en busca de comida, ropa
munición o simplemente un refugio. Solo algunos Bunkers seguían cerrados a cal
y canto.
Gran John dio un pequeño empujón a la persiana que
cerraba la puerta, con un sonido chirriante esta se abrió dejando tras de si
una nube de polvo.
-Me lo imaginaba, vacío y saqueado, pero servirá de
refugio para pasar la noche. ¿Tu que opinas robot?- no obtuvo respuesta, el
robot seguía sin emitir sonido alguno -¡Tío que antipático! He visto muchos
robots y al menos te dicen "hola" cuando les hablas.
-¡Hola!- el robot respondió, la voz sonaba a grabación
de audio.
-Bueno al menos dices hola...
-¡Hola!- interrumpió el robot. Gran John empezó a
comprender, el robot respondía con un saludo al escuchar la palabra
"hola".
<<No hay comida, solo un poco de agua y un robot
que solo sabe decir "hola", vamos bien. A ver cuanto material me
queda>>pensó al inspeccionar la gasolinera. Polvo, escombros, latas de
conserva vacías y oxidadas, una caja registradora abierta y un colchón viejo y
mugriento tirado en el suelo.
Gran John se sentó encima del colchón <<al menos
esta blandito>> miró en su saquito, un saquito de reloj de bolsillo que
utilizaba para guardar la Marihuana. Aun le quedaba droga suficiente para unas
cuantas noches y eso le alegró mucho. Las drogas estaban muy bien pagadas y podía
utilizarlas para comerciar por comida u otros objetos, aunque prefería no tener
que llegar a eso.
-¡Genial!- esbozó una sonrisa- ¡Oye ponte algo de
musiquita! ¿No?-esta vez tampoco tuvo respuesta -¡Radio!- gritó, acto seguido
empezó a sonar una emisora de radio. El robot también respondía a la orden
"radio", buscaba emisoras de radio dentro del alcance. Después de la
guerra no quedó radio ni televisión alguna, con el paso del tiempo gente
fascinada por la música anterior a la guerra había conseguido restaurar algunas
de las zonas de emisión, y realizaban sus propios programas de música de forma
altruista. Se agradecía tener melodías sonando en el ambiente, sobretodo en los
muchos días grises de invierno.
Gran John conocía la voz del locutor, había escuchado
muchas veces esa sintonía en las largas guardias del campamento.
-¡Y ahora otro viaje al pasado!- la voz del locutor procedía
del robot. Facundo Poderoso era el encargado de la Rock Radio. Gran John no le
conocía pero su voz era inconfundible -¡En primicia con todos ustedes, venido
de la época del televisor en dos dimensiones... Highway to Hell de AC/DC!-
la voz del locutor dio paso a la canción.
<<Autopista al infiero- pensó, mientras se liaba
un porro- que grande>>.
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