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lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VIII - NO, POR FAVOR



CRISTINE




No sabía cuántas horas habían pasado desde su entrada en las alcantarillas. Le dolía la cabeza, sentía frio, los ojos rojos como la sangre de tanto llorar y el brazo inmóvil.

No tenia a donde ir, tampoco conocía el camino para salir. Estaba desorientada las alcantarillas eran un laberinto. Desde estas se podía ir a cualquier sitio, algunas incluso conectaban con estaciones de metro abandonadas en su mayoría. Las guerra y el paso del tiempo habían provocado derrumbes en algunas zonas que bloqueaban los caminos y accesos.

<< Si me quedo aquí moriré de hambre >> Temblorosa Cristine se puso de pie. Apunto estuvo de volver a caer, pero finalmente pudo mantener el equilibrio. Tenia sed y el único agua lo tenía situado a sus pies. Delante de ella pasaba un riachuelo por el cauce de la alcantarilla. El agua era marrón y no sabía de su procedencia, pero tampoco podía permitirse el lujo de buscar agua embotellada por aquellos lares.

Con dificultad consiguió agacharse, sentía todo el cuerpo magullado. Se acercó un poco de agua a la nariz, el olor era nauseabundo, debía de proceder de algún desagüe. Tomó el primer sorbo, no sabia tan mal como olía.

Antes de poder tomar el segundo observó como una sombra se acercaba hacia ella a gran velocidad. Pasó por debajo de uno de los focos que iluminaba la alcantarilla y pudo comprobar que no se trataba de una persona. Era un humanoide de unos dos metros de altura, complexión fuerte, manos grandes con los dedos unidos por ancas, ojos de reptil y ausencia de nariz, piel húmeda y escamada color azul marino, muy parecido a un pez pero con silueta humana.

Se acercaba a Cristine a gran velocidad emitiendo constantes chasquidos que hacia al golpear la lengua con la parte superior del paladar.

- ¿Que quieres de mi? - grito Cristine al humanoide. La respuesta que obtuvo fue un fuerte golpe con la mano aleteada que la dejó aturdida y la mando a unos metros de distancia.

No había tregua, ella estaba tirada en el suelo, inmóvil, el humanoide emitía el chasquido cada vez con más intensidad. Le puso un pié en la garganta y empezó a estrangularla. Notaba la angustia, la presión que el enorme pie ejercía sobre su pequeño cuello. Le faltaba muy poco para perder el conocimiento, la vista se le nublaba cada vez más, sentía como el fin de sus días estaba cerca. Finalmente lo único que alcanzaba a ver era una nube blanca delante de sus ojos. No sentía nada.
Hombre pez


Estaba todo oscuro, sentía pequeños golpecitos en el pecho, estos eran cada vez más intensos, hasta que empezaron a producir dolor. Despertó de un sobresalto, estaba tirada en el suelo y lo único que podía hacer era toser, pero los golpes habían cesado.

- ¡Dichosos los ojos que te ven!- escuchó. Tenia la vista nublada, la voz era de varón, le resultaba familiar pero no recordaba quien podría ser. << Genial, me han pillado>> fue lo primero que se le pasó por la cabeza.

-¿No me recuerdas?- decía una y otra vez el hombre desconocido. Cristine pronto recuperó la vista y pudo ver a la persona que tenia enfrente.

-¿Tu? ¡No por dios! ¡Esto debe ser el infierno!- gritó. Aquel hombre no era un desconocido.

-¡Tranquila no voy a hacerte daño! ¡Esta vez no! Mira- señaló a su derecha. Allí yacía el cuerpo inerte del humanoide que había intentado acabar con la vida de Cristine. Tenia un agujero enorme en el pecho, sin duda un balazo había acabado con la vida de aquel ser.

-¿Que haces tu aquí? ¿Porque me has salvado?- aquella misterioso personaje era Mosarreta, el hombre que antaño intentó violar a Cristine y que ella le dejo parapléjico de cintura hacia abajo de un cuchillazo en la columna. Sentado en silla de ruedas, tenía un rifle viejo apoyado en sus piernas. Nunca olvidaría aquel rostro, calvo, cejas pobladas, ojos marrones, aunque llevaba una barba bastante poblada, la vez que intentó violarla iba bien afeitado. Vestía un jersey antiguo de rayas coloreadas con pantalones vaqueros desgarrados y sucios.

-Eso mismo me preguntaba yo - fue la primera respuesta de Mosarreta - Eres la última persona a la que me gustaría ver, pero me vales mas viva que muerta. Vamos que la cena se enfría, la tienes ahí en el suelo- señaló el cadáver del humanoide.

- ¿Quieres que me coma eso?-

- ¡Nooo! Primero hay que cocinarlo, lo que quiero es que lo cojas y me sigas.

El humanoide debía pesar más de cien kilos, aunque hubiera estado en plenitud de sus fuerzas Cristine no podría levantarlo, menos aun con un hombro dislocado.

-¿Y como voy a levantar eso?- preguntó Cristine.

- Si no puedes lo arrastras - una risa burlesca se le escapó. No se fiaba un pelo de aquel hombre aunque estuviera en silla de ruedas, aunque era mejor opción intentar arrastras aquel peso muerto y seguirlo que quedarse allí sola, así que cogió con su mano sana por uno de los brazos del cuerpo y empezó a arrastrar como pudo.

- Tranquila esta zona esta asegurada, tengo marcados todos los pasillos que he recorrido y estamos cerca del ultimo campamento donde estuve - aquellas palabras la tranquilizaron, aunque seguía sin fiarse. No pasaron ni diez minutos cuando llegaron a lo que debía ser el campamento antes mencionado. Parecía un antiguo trastero para guardar herramientas de mantenimiento del alcantarillado, un rincón cerrado con verjas metálicas al cual se accedía por una puerta central del mismo material. Había sillas de metal oxidado por la humedad, una hoguera apagada, escobas, conos de plástico, aspiradores llenos de polvo y telarañas, estanterías metálicas vacías, cajas contenedoras de munición, una esterilla acolchada de playa que parecía ser la cama, cajones de metal y unos cuantos tablones de madera.

Estaba todo bastante ordenado.

-¡Bienvenida a una de mis humildes moradas!- le hizo un gesto a Cristine con la mano para que entrara. Todo aquello le resultaba extraño ¿Como había acabado un hombre en silla de ruedas en aquel lugar? La ultima vez que tuvo noticias suyas estaba encerrado en uno de los calabozos del Notocar ¿Habría conseguido escapar?

Cristine entró primero, arrastrando el cadáver con sus últimas energías, acto seguido el hombre en silla de ruedas. Una vez dentro cerró la puerta y con dificultad puso dos tablones de madera cruzados a modo de barrera en la puerta.

-Así estaremos a salvo- explicó, acto seguido se dejo caer en el suelo y se sentó al lado del cadáver - Vamos a hacer la cena, coge el Zippo y enciende la hoguera.

Estaba tan cansada que tenía dificultad para encender el mechero, la hoguera estaba empapada así que cogió un papel de periódico antiguo que había por el suelo y le prendió fuego. No quitaba la vista de encima a aquel hombre, mientras ella encendía la hoguera Mosarreta destripaba el humanoide con suma facilidad.

- Ahí van dos solomillos, pínchalos con esos palos y apóyalos en la hoguera - le tiró dos pedazos enormes de carne de humanoide, y las puso conforme las instrucciones que había recibido. A simple vista tenían un aspecto horrible, pero conforme se cocinaban al fuego desprendían un aroma agradable cada vez más fuerte.

Pasaron unos momentos sin mediar palabra, Mosarreta no le prestaba atención, solo se dedicaba a masajearse las piernas sentado en el suelo - Cuando quieras puedes servirte - dijo señalando los trozos de carne.

Cristine cogió uno de ellos, estaba cansada y muerta de hambre. El primer bocado le supo a gloria, era la mejor carne que había probado en mucho tiempo, tierna, jugosa y con un toque agridulce.

- ¿A que esta cojonudo? - Mosarreta interrumpió el silenció con aquella pregunta, pero ella solo asintió con la cabeza - Seguramente te preguntaras como acabe aquí ¿verdad? - Cristine volvió a asentir con la cabeza, estaba demasiado ocupada devorando aquel jugoso trozo de carne y le era difícil responder con la boca llena - Con la ayuda de mi compañero de celda conseguimos escapar una noche aprovechando el cambio de guardia. Entramos aquí por el mismo agujero que tu supongo. El murió a manos de una de las abominaciones que intentó acabar con tu vida. Ya no se ni el tiempo que llevo atrapado aquí en este puto agujero. Si es de noche o de día, y todo por tu culpa, gracias a ti soy un puto tullido atrapado en una silla de ruedas metido en un puto agujero sin salida.

-¡Tu intentaste violarme dos veces! ¿Que esperabas que me quedara de brazos cruzados?- la carne le había hecho recuperar las fuerzas casi por completo.

-¿Que te pasa en el brazo?- fue la respuesta que recibió.

- Me di un golpe y creo que lo tengo dislocado.

- Ven y te lo pondré en su sitio, ya no puedo hacerte nada este ya no funciona - señaló sus partes intimas - Visto lo visto nos necesitamos el uno al otro si queremos salir de aquí.

Cristine se acercó con cuidado, sin dejar de mirarle, seguía sin confiar en aquel hombre.

- Esto te va a doler - esas palabras le generaban aun mas desconfianza, pero no le faltaba razón, sabia que dolía mucho porque no era la primera vez que se dislocaba un hombro. Con un tirón seco colocó el hueso en su sitio. Cristine dejo escapar un pequeño gemido fruto del dolor que sentía en ese momento - Ya está.

-¡Gracias!- dijo agradecida, era un alivio volver a poder mover el brazo, aunque lo tenia un poco entumecido.

-¡Me debes tres favores!- fue la respuesta de Mosarreta con tono serio– El primero será ayudarme a salir de aquí, y no intentes escapar, aunque puedas correr la bala es más rápida que las piernas. Ahora a dormir, mañana será otro día.

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