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sábado, 18 de enero de 2014

CAPÍTULO III - REBELDES





GRAN JOHN


El eco de los disparos no cesaba ante la lenta avalancha de necrófagos salvajes que recorría las calles adyacentes al edificio donde se encontraba Gran John. Situado en la azotea de lo que era la estructura de un edificio de cuatro plantas, sentado en una silla metálica.
Debajo una plaza llena de escombros, siete necrófagos abatidos por su rifle de Plasma de A3-21 y su compañero supermutante Potito.
-¡Déjame alguno!-gritó. Los Supermutantes o meta-humanos eran humanos mutados, producto de la infección con el Virus de Evolución Forzada o V.E.F. Mucho más altos y musculosos que los humanos normales, tenían generalmente una piel verdosa, gris o amarillenta, inmunes a las enfermedades y a la radiación y con una fuerza y resistencia sobrehumanas. Aunque eran estériles, la rápida regeneración de sus células causada por el V.E.F. los hacia biológicamente inmortales, pero no inmunes a la muerte por heridas. Potito a diferencia de sus hermanos era de los pocos que aun no había perdido la razón.
-¡Ja...ja...ja...!- sentado en su silla Gran John tenia una vista perfecta de la plaza. Liándose un porro enorme y bebiendo cerveza veía acercase cualquier amenaza con la tranquilidad de estar bien protegido. Al fondo había un montón de escombros de la misma altura que el edificio. << ¡Lastima ese edificio daría mejor vista!>> lamentaba en su interior. La plaza estaba comunicada por cuatro calles. Era la vista de una ciudad en ruinas, arrasada por numerosas batallas. Lo que pareció ser una ciudad superpoblada y llena de vida, era ahora un montón de escombros inhóspitos.
Muy poca gente había visto en aquel lugar. Y cuanto más se adentraban en la ciudad mas desierta estaba. Por el tamaño de los edificios en ruinas deducía que estaban en el centro o casi en el centro de aquella ciudad fantasma.
-¿Donde esta Glanius?- dijo dándole una calada al porro. Su compañero alzo los hombros, musculados y verdes en señal de no saber nada -Estará echándose la siesta.
En ese momento algo sonó, como un derrumbamiento de escombros. Miró pero no vio nada.
-¿Que cojones es eso?- Potito estaba alterado, no le gustaban los sonidos fuertes. Esta vez fue mas cercano, algo se acercaba pero Gran John no veía nada desde la azotea. Por lo que decidió coger su cañón Gauss y mirar por la mira telescópica de alta definición.
Inspeccionó cada palmo de la plaza con la mira del rifle pero no encontró nada, mientras el sonido era cada vez más fuerte.
-¡Mierda!- escuchó maldecir a Potito. Quitó la mirada del cañón y observó a su izquierda como su compañero luchaba por no ser aplastado por una de las botas del gigantesco mutante que le atacaba.
-¡Es un Behemoth!- El Behemoth era la especie de supermutantes mas difícil de liquidar con diferencia. Doblaba en estatura a Potito, tenía una joroba muy pronunciada y en una de las manos llevaba cogido por los pies el cadáver de un hombre.
-Espera tío ya voy- si algo tenia Gran John era paciencia, no se alteraba por nada. Dió una gran calada al porro y se lo dejo apoyado en sus labios. Apuntó con la mira del cañón al pie que intentaba aplastar a su compañero y disparó.
Impactó de lleno en el pie de la monstruosidad e hizo que cayera de espaldas. Una vez en el suelo Potito fue a golpearlo con su mazo pero la criatura se levantó rápido y le golpeó con el cadáver que tenia en la mano, lanzándolo contra la pared de uno de los edificios de la plaza.
-¡Glaniuuuss! ¿Donde estas?- gritó Gran John, pero su grito se quedó sin respuesta -¡Cago en la hostia!- estaba seguro en la azotea pero su compañero corría serio peligro si no acababa pronto con la criatura.
La criatura dio un salto y intentó trepar hasta la azotea -¡Sube y veras Madrid campeón!- gritó desafiando al behemoth. Gran John tenía tres granadas de plasma colgadas de una cinta alrededor del pecho, cogió una y esperó. Una vez el gigantesco mutante asomo la cabeza por la azotea, le lanzó la granada que impactó de lleno en el rostro, haciéndolo caer los cuatro pisos de altura. Una gran nube de polvo y escombros volando inundó la plaza. El grito de dolor de la bestia retumbaba en las paredes adyacentes, pero no cesaba en su intento por acabar con ellos.
Gran John volvió a cargar el cañón y disparó dos veces mas a la cabeza de la gigantesca mole, esta se quedó aturdida sangrándole la frente y las encías, arrodillada, con las grandes manos apoyadas en una montaña de escombros. En ese momento sonó el filo de una espada y el crujir de la carne. El behemoth cayó muerto al suelo.
-¡Y con una estocada Glanius mata al toro de la tarde!- había aparecido de la nada y con un golpe certero de su catana atravesó la cabeza del mutante. Era fan de las espadas prueba de ello es que siempre llevaba una encima, bien afilada y cuando tenia ocasión no dudaba en ponerla a prueba.
-¿Potito estas bien?- grito Gran John con un tono tranquilo pero potente.
-Tengo dolor de cabeza- respondió su compañero el mutante - ¡Pásate el porro anda a ver si se me pasa!
-¿Donde te habías metido Glanius?- preguntó echándole el porro al mutante.
-Mira esto- llevaba colgando de la espalda un saco viejo de tela color verde pálido. Lo dejo caer en el suelo, el golpe hizo sonar el interior. Era un sonido metálico.
-¡Ostras!- el saco estaba lleno de dinero de antes de la guerra. El dinero de antes de la guerra escaseaba, la mayoría había sido quemado, desgarrado o perdido entre los escombros. Pero era de gran valor y con unos cuantos miles se podía vivir con todo lujo durante unos cuantos años.
-¡Habrá como doscientos pavos en monedas!- exclamó Gran John sorprendido al ver el montón de monedas que dejaba entrever los pliegues del saco.
-¡Doscientas trece para ser exactos!-replico Glanius moviendo las monedas con la punta de la espada-¿Lo declaramos?
-Si lo declaramos al comisionado de economía del ejército nos va a quedar una puta mierda a cada uno.
El comisionado de economía era el órgano encargado de gestionar los presupuestos del Ejército del Pueblo Libre. Presupuestos que obtenían con el pago de impuestos por parte de los ciudadanos, botines de guerra y objetos de valor que encontraban los soldados en misiones aisladas.
El Ejército del Pueblo Libre fue fundado sesenta años atrás. El fundador, el señor Ignacio Delfín, un hombre que dedicó hasta el último suspiro de su vida a la protección de los más débiles. Su idea reunir ciudadanos voluntarios e instruirlos en las artes de la guerra, con el fin de acabar con la injusticia, el vandalismo y restaurar la paz en todo el territorio. El ejército se financiaba a base de donaciones voluntarias por parte de la ciudadanía como comida, agua, munición y dinero en muchos casos.
Este fue el funcionamiento hasta la muerte del fundador. El ejército era idolatrado por todos. Los soldados los héroes de los niños. Niños que al tener suficiente edad se alistaban motivados por sus héroes.
A la muerte del señor Delfín todo cambió. Capitaneado por el hijo del fundador Junior Delfín y un sequito de ciudadanos interesados, cambiaron la política del ejército. Los impuestos se volvieron elevados y obligatorios. Aquel ser humano que no pagara los tributos al organismo económico del ejército no disfrutaría de protección alguna. Eran incontables las veces que se había visto morir a un civil a manos de otro o un insecto mutado, vándalos asaltando bares y tiendas de comercio ante la mirada pasiva de los soldados por no haber pagado los tributos. Soldados castigados por salvar la vida de civiles sin autorización porque estos no estaban al día en el pago de sus cuotas.
-¡Estoy hasta los cojones!- maldecía Gran John -Cuando me aliste Papa Delfín estaba al mando del ejercito- era el mote que le habían puesto los soldados al fundador del ejercito
-Luchábamos por un bien común, pero ahora... lo hacemos para que el cabrón de Junior y sus amigos se llenen los bolsillos a nuestra costa.- Gran John llevaba cerca de una década a los servicios del ejercito. Era un hombre de unos treinta años y desde los diecisiete había servido a la causa. Alto, robusto, pelo largo ondulado y una sonrisa falta de dientes fruto tantos golpes recibidos al servicio del pueblo - ¡Pero ya no más esto se acabo! ¡Cuando lleguemos le diré al pececito que dimito!- concluyó. Pececito era el mote de Delfín Junior. Casi todos en el ejército tenían un mote, este casi siempre lo asignaba un compañero de mayor rango, aunque la mayoría eran soldados por lo que los motes solían cambiar con el paso del tiempo.
-¿Y que vas a hacer? ¿Montar tu propio ejercito?- bromeo Potito dando las ultimas caladas al porro.
-Ya veremos. ¡Vámonos que se hace tarde!
Recogió sus armas en la azotea. Estaba anocheciendo, los últimos rayos de sol rebotaban entre las partículas del polvo que inundaba aquel sitio fruto de la reciente batalla.
Registraron el cuerpo inerte del Behemoth y del pobre hombre que llevaba por arma el engendro. No encontraron más que polvo, restos humanos y un paquete de tabaco manchado de sangre sin estrenar.
Caminaron hacia el sur, en busca del río que cruzaba la antigua ciudad donde se situaba uno de los puestos de vigilancia del ejército. Allí les esperaba comida caliente, Whisky y una cama donde dormir no sin antes realizar la ultima patrulla por los alrededores del complejo para evitar posibles amenazas nocturnas.
La comida y la cama corrían a cargo del presupuesto anual del ejército, pero la munición y el equipamiento tenia un coste por alquiler para los soldados. Gran John lo sabia y también sus compañeros Glanius y Potito. Tenían las monedas para realizar el pago, en ese caso no les quedaba mas remedio que declararlas como botín de guerra para no correr el riesgo de ser descubiertos y ser castigados por ello.
Potito era el único que utilizaba armas propias, sus fuertes puños y una maza que fabricó con un tubo rígido y un bloque de hierro macizo unidos por muchos alambres.
Glanius tenía su fiel katana en propiedad pero el resto de armas eran de alquiler.
Gran John disfrutaba del mejor equipamiento del ejercito excepto de la servoarmadura. Vestía una armadura convencional de antes de la guerra, que recientemente le había quitado al cuerpo sin vida y en plena descomposición de un hombre que encontró sepultado entre los escombros de una gasolinera en ruinas hacia unas semanas. Pese a los múltiples lavados la armadura aun apestaba a podredumbre, y semanas de poca limpieza corporal tampoco ayudaban mucho. Aunque un campamento de veinte o treinta hombres y un supermutante con una higiene similar ayudaba bastante a disimular olores.
-Nos tienen cogidos por los huevos, deberemos declarar y pagar los alquileres sino queremos salir a patrullar en gayumbos- dijo Glanius, mientras fumaba un cigarro camino de regreso.
-Pagaremos, pero estoy arto de alimentar a esta arpía que llamamos Ejercito del Pueblo Libre y que en realidad lucha por ella misma- añadió Gran John.
-Estoy contigo colega y espero que Potito también-Potito asintió la cabeza-Ojalá el pueblo se sublevara como antaño contra estos matones a sueldo, si Papa Delfín levantara la cabeza...
-¿Acaso la humanidad no ha derramado suficiente sangre? Esto hay que iniciarlo desde dentro, como un virus que poco a poco vaya devorando este sistema corrupto que ha creado Pececito y sus secuaces- Gran John era muy fan de las teorías conspiradoras, había leído casi todos los libros de grandes conspiraciones que aun se conservaban de antes de la guerra.
El camino de regreso fue tranquilo, salvo cuatro necrófagos salvajes que Potito se encargo de machacar con sus propios puños. Cuanto más cerca del campamento mas casas en ruinas habitadas había. El centro de la ciudad era lo más castigado por la guerra, sin embargo las periferias se mantenían en bastante mejor estado y actualmente eran los sitios donde más población se podría encontrar. Bares nocturnos, casas de empeño, prostíbulos, armerías, tiendas de alimentación, todo iluminado con luces de todas formas y colores posibles, como si de una feria ambulante se tratara.
Lo mas frecuente a esas horas era ver gente ebria vagando por las calles de bar en bar, tanto civiles como soldados en horas de permiso. Otros durmiendo en el suelo tapados en cartones por no tener casa donde cobijarse, dinero para pagarse una pensión o simplemente estar demasiado borracho para volver a casa por su propio pie.
El alcohol se había convertido en la única vía de escape de mucha gente en aquel mundo de depresión continua.
De entre la multitud Gran John observó sentada en el suelo una niña, no tendría más de ocho o nueve años. Estaba bastante flaca, muy sucia, con la cara llena de barro seco. Vestía ropa vieja y desgarrada. Por el trapo sucio con munición de fuego de poco calibre que tenia en el suelo debía comerciar para ganarse la vida. << ¿A esto hemos llegado?>> pensó Gran John, se dirigió a donde estaba y de cuclillas le pregunto:
-¿Quien eres?-
-¡No soy nadie!- respondió la niña con voz bajita.
-¿Y tus padres?-
-¡Soy huérfana!- para ser una niña tan joven respondía muy segura y sin titubear. Gran John extrañado seguía preguntando.
-¿No tienes casa? ¿Donde vas a pasar la noche?-
-¡Las calles son mi casa!- la ultima respuesta de la niña caló en lo mas hondo del corazón de Gran John.
-Trae eso Glanius- señaló al saco que llevaba su compañero con las monedas, metió la mano dentro y sacó un puñado de monedas -Toma búscate un lugar donde dormir y comer caliente las calles no son la casa de nadie- la niña cogió las monedas y salió corriendo en dirección contraria a donde iban Gran John y sus compañeros, dejándose el trapo con la munición -¡Al menos esas monedas servirán para una buena causa!

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