HUETER
Era una mañana hermosa, como
las de antaño, antes de que todo se fuera a la mierda por culpa de la puta
guerra. Las tormentas del día anterior, habían limpiado la atmosfera de
cualquier partícula y el sol abrazaba con más calor que cualquier día de todo el
actual verano.
Hueter había amanecido
tirado en el suelo, abrazado a una botella vacía de Whisky. La boca, le sabía a
alcohol de todo lo que había bebido la noche anterior. Llevaba muchos días
metido en aquel sitio, lleno de moribundos, sin esperanza alguna, agonizando en
las últimas horas de sus miserables vidas. A parte del dantesco espectáculo, el
resto había sido como unas largas vacaciones para él. Donar su servoarmadura a
cambio del excedente en Whisky, le había permitido pasarse la mayoría del
tiempo con el cuello de la botella metido en su boca, intentando emborracharse
para olvidar sus penas.
Hueter sabía de sobra que la
servoarmadura, valía mucho más que todo el alcohol que había bebido durante sus
vacaciones, pero todo era por una buena causa. Los medicamentos en aquel
improvisado campamento, brillaban por su ausencia, al menos las chapas que
pudieran obtener por la venta de la servoarmadura, serían de gran ayuda para la
orden. Al fin y al cabo él ya no la necesitaría.
Comenzaba a estar cansado de
beber y no hacer nada, si para él, su longeva vida tenía poco sentido, en
aquellas condiciones no tenia razón alguna para justificar su existencia. Era
hora de hacer el petate y regresar de nuevo a Mostonia, donde seguramente le aguardaría
la zorra de la pensión, deseosa de ver a sus cachorros. Hueter iba a volver con
las manos vacías, pero aquel era un mal menor. Quizás con algo de suerte, otros
mercenarios habrían conseguido el propósito, o quizás no, pero aquello le
importaba una mierda. Conocía poco a Rose, pero lo poco que la conocía no le
gustaba nada. Siempre follando con un mercenario u otro. Seguro que los
billetes que les ofreció a cambio de recuperar a sus hijos, era el fruto del
intercambio por sus favores sexuales. Era imposible, que en Mostonia nadie
consiguiera tal cantidad de dinero con un negocio honrado. Pero ¿Qué más daba
de donde hubiera salido la pasta? Quizás lo que él sentía eran celos por no
poder disfrutar de su caliente entrepierna.
Sin armas, sin protección, iba
a ser un tanto complicado volver a casa con vida. Así que la tarde anterior,
Hueter decidió invertir las últimas chapas, en un cuchillo lo suficientemente
grande y oxidado como para acabar con un mutante de un tajo.
-¿A dónde te diriges
camarada?-preguntó Neil el doctor necrófago, al verle recoger las pocas
pertenencias que aún le quedaban. Era muy extraño, desde que Hueter había
despertado, solo vio a Neil merodeando por el campamento. El resto de
integrantes parecía haber desaparecido.
-Vuelvo a casa, siento que
terminó mi tiempo aquí-respondió Hueter con tono amable.
-¡Una lástima!-el doctor se
encogió de hombros-con nuestra sabiduría, juntos podríamos haber hecho grandes
cosas.
-No se tu, pero yo solo
entiendo de armas y alcohol. Tanto tiempo he vivido, que lo aprendido antes de
la gran guerra quedó para el olvido- odiaba admitirlo, pero era así. En el
antiguo mundo Hueter tenía un trabajo de mierda, pero había estudiado dos
carreras, era un hombre al que le gustaba aprender algo nuevo cada día. La
guerra lo cambió todo por completo y se convirtió en un necrófago que solo
buscaba sobrevivir. << ¡Quien te ha visto y quién te ve
amigo!-pensó>>
-La guerra no ha hecho más
que empezar-Neil parecía estar eufórico.
-¿A qué te refieres?
-¡El chaval parapléjico!-respondió
el doctor-No es quien dice ser. Le reconocí nada más verlo en las
alcantarillas, de lo contrario ya estaría muerto.
-No entiendo nada-Hueter retrocedió
unos pasos con la intención de acercarse al cuchillo, aquella situación
comenzaba a incomodarle. Sera lo que fuere aquello que le quería decir Neil,
estaba seguro de que no le iba a gustar.
-¡Es el hijo del Rey!-gritó
el doctor necrófago a pleno pulmón-¡El príncipe Penalba!
-¿Quien cojones es ese?-<<
¡Este tío está delirando!-pensó al escuchar las palabras de Neil-¿Sera el paso
previo antes de volverse un necrófago loco?>>
-¡Únete a nuestra causa!-la
voz del doctor comenzaba a tener un tono diferente. No parecía el mismo.
-¿A la orden te refieres?
Sabes de sobra donde encontrarme, como te dije nunca me he unido a ningún
grupo, ni en la guerra ni ahora. Aunque te prometo que ayudaré en lo que pueda.
-¿Estos?-Neil señalo una
tienda de campaña improvisada que tenía detrás, donde en su interior agonizaban
una decena de hombres y mujeres-¡Estos son basura!-no le gustaba nada el rumbo
que estaba tomando la conversación-Basura inservible que no podrá contribuir en
restaurar el mundo tal y como era antes.
-¡Sabes de sobra que eso es
imposible!-Hueter siguió retrocediendo, con sus huesudos dedos podía palpar con
disimulo la empuñadura del cuchillo.
-¡Bajo el mando del rey
Penalba todo es posible!-cada vez parecía estar más loco-¡Únete a nosotros y el
antiguo mundo resurgirá de sus cenizas!
-¡No me gustaba el antiguo
mundo!-Hueter odiaba su vida en el antiguo mundo-No sé si lo recuerdas, pero
luchamos por acabar con la esclavitud y la tiranía opresora de las grandes
multinacionales-conforme iba pronunciando las palabras aumentaba su tono de
voz, cada vez mas enrabietado-Por eso estalló la guerra. Ni loco volvería a
vivir en un mundo así. Antes muerto que otra vez esclavo.
-¡Que así sea!-Neil
desenfundó su pistola y sin pestañear disparó contra él, en ese mismo instante
un bulto de color negro se cruzó en la trayectoria de la bala a toda velocidad.
Hueter lanzó su cuchillo hacia el doctor Necrófago, el arma fue dando vueltas
sobre sí misma hasta que finalmente atravesó la cabeza de Neil. Este cayó al
suelo, quedando apoyado sobre la punta del cuchillo. Hueter se acercó,
comprobando que aun estaba vivo. De un golpe seco extrajo el arma, dejando tras
de sí un buen chorro de sangre. Neil intentaba decir algo pero de su boca solo
salía más y más sangre.
-¡Maldito psicópata! ¡Como
me has engañado!-Hueter cogió la pistola que Neil había dejado caer al ser
atravesado-¡Ya me contaras que tal se vive en el puto infierno!-Hueter disparó
en repetidas ocasiones la pistola, todas las balas impactaron en el rostro de
Neil, dejándolo prácticamente irreconocible.
Al mirar el cadáver de cara
desfigurada que había dejado en el suelo, comprobó que no era quien parecía
ser. La barba de aquel necrófago era postiza, hecha de restos de pelos de
animal. Días antes pudo comprobar cómo la espesa barba blanca que Neil lucía en
su marchita cara, era autentica. Aprovechó que el doctor dormía plácidamente la
siesta, para tirar de ella, puesto que Hueter no terminaba de creerse que
aquello fuera real. Tiró con tanta fuerza, que por poco no le arrancó la poca
piel que le quedaba a Neil en la cara, pero pudo comprobar que los pelos que
colgaban de su huesuda barbilla eran auténticos.
<< ¿Que cojones ha
pasado aquí?-pensó-¿Quien coño es este tipo?>>, Hueter miraba a uno y
otro lado, pero allí solo veía las improvisadas tiendas, donde agonizaban los
refugiados heridos. Ni rastro de los guardias, tampoco del resto de médicos que
operaban en el campamento. Aquel lugar parecía haberse quedado desierto y
Hueter no entendía que estaba pasando allí.
Inmediatamente accedió a una
de las tiendas de campaña, en busca de algún rastro de vida. En el interior de
esta le aguardaba una sorpresa bastante desagradable. Cuerpos putrefactos en
plena descomposición se amontonaban, rodeados por un ejército de moscas del
tamaño de un puño humano.
<< ¿Que cojones ha
pasado aquí?>>, una arcada empujaba con vigor en su garganta, pero Hueter
consiguió salir de la tienda a tiempo y controlar el impulso.
Aquello le repugnaba, pero
al mismo tiempo tuvo una extraña sensación que jamás en su larga vida había
sentido, aunque sabía de sobra de que se trataba y cuál era el origen.
<< ¡Mierda!-pensó-La
"enfermedad", tengo que salir de aquí como sea. No quiero ser uno de
ellos. ¡No por favor esto no!>>
-¡Ayuda!-escuchó un tímido
grito en los adentros de otra tienda de campaña-¡Se que estas ahí fuera! ¡Ayuda
por favor!
<<Si entro y encuentro
otro montón de carne como el anterior, no sé si podre resistir la
tentación>>
Según decían los charlatanes
de su bar, lo que diferenciaba a los necrófagos locos del resto, era el hambre
voraz, la obsesión por comer carne humana, como si de una adicción se tratase.
Era bien sabido que a todos los necrófagos, les causaba cierto atractivo la
carne procedente de los restos de cadáveres humanos. Hueter lo notaba cada vez
que se topaba con un cuerpo en pleno estado de descomposición, aunque siempre reunía
el valor suficiente para no caer en la tentación, pero aquella vez fue
diferente, lo cual le aterrorizaba.
Sin parar a pensar en las
consecuencias, Hueter abrió la tienda de donde procedían los gritos de socorro.
Al separar las lonas que hacían de puerta, un hedor familiar a podredumbre
penetró en lo poco que le quedaba de nariz. Allí dentro solo vio una decena de camas
con los colchones manchados de sangre, todas vacías a excepción de una. Tumbado
y con rostro pálido se encontraba un hombre de mediana edad que hacía grandes
esfuerzos por respirar.
Al acercarse a la cama,
Hueter comprobó que el pobre desgraciado había perdido mucha sangre.
-¡No soy médico!-lamentó,
mientras cogía de la mano al hombre-¿Quién te ha hecho esto?
-¡Ya estaba así cuando vine
aquí!-respondió con voz débil-¡Ellos!-el hombre con la mano temblorosa, señaló
la extraña cruz roja que había colgada en uno de los laterales de la
tienda-Dicen que nos van a currar, pero solo nos dejan morir para luego hacerse
con nuestras pertenencias. Lo hicieron con mis amigos y lo están haciendo
conmigo.
-¿La orden?-preguntó Hueter,
asombrado por las palabras del moribundo, este asintió con la cabeza.
-¡Pero se fueron!-el hombre
cogió aire con dificultad-¡Los de blanco acabaron con todos ellos! Coff...Coff...
mátame, por favor, mátame. No quiero sufrir más.
No hacía falta ser médico
para saber, que si dejaba a aquel pobre desgraciado con vida, moriría antes de
que se pusiera el sol. Gastar una bala con alguien que ya estaba muerto sería
una estupidez y un gasto inútil, pero rebanarle la cabeza con el cuchillo y
terminar con el sufrimiento de este, era lo más ético que podía hacer en aquel
preciso instante.
De un golpe certero,
seccionó el cuello del moribundo en dos. Aun con la cabeza separada del cuerpo,
aquel pobre desgraciado seguía con los ojos abiertos, mirándole fijamente.
<<Pobre hombre, mi
careto es lo último que ha visto en vida-pensó-pero mejor así, ya dejó de
sufrir>>
Hueter seguía sin entender
que había pasado en aquel lugar, pero ya todo daba igual, allí en aquel
improvisado cementerio no encontraría la respuesta escrita en un papel.
Registró uno a uno todos los
cadáveres del campamento, en busca de munición, chapas o cualquier cosa que
pudiera valerle para su viaje de regreso a casa. El apetito aumentaba por
momentos, pero era algo que para su tranquilidad, podía controlar empinando el
codo con una botella de Whisky que encontró en uno de los cadáveres. En ese
instante comprendió que era un adicto al alcohol, pero gracias a aquella adicción,
mientras tuviera una botella llena de licor cerca, jamás se convertiría en un
Necrófago hambriento de carne humana.
No encontró gran cosa, solo
unas cuantas balas y agua radiactiva. Al parecer, los famosos hombres de blanco
habían registrado a conciencia antes de marcharse y allí solo habían dejado las
sobras.
Hueter observó que cerca del
lugar donde reposaban los restos del supuesto Neil, yacía sin vida el cuerpo un
Acosador Nocturno, era aquel bulto negro que se interpuso en la trayectoria de
la bala cuando el necrófago de la barba postiza intentó matarle.
<<Pobre animal, estaba
en el lugar equivocado en el momento equivocado>>, pero si los acosadores
dormían de día y cazaban de noche en manada ¿Que cojones hacía uno solo a esas
horas de la mañana y en aquel lugar?
Hueter comenzaba a tener
miedo de la situación. Nada de lo que allí estaba pasando era normal. Así que
decidió abandonar aquel lugar de inmediato.
Caminó sin mirar hacia
atrás, el sol estaba en lo más alto, y se hacía difícil orientarse lo más mínimo.
No había carreteras, solo coches abandonados, árboles secos, basura y un
paisaje que parecía calcado al de una película de terror que estremeció el su
cuerpo desde la cabeza a los pies. Allí a pocos metros a las afueras del
campamento, se alzaba una veintena de cruces invertidas, con la mayoría
integrantes de la orden, clavados boca abajo, algunos muertos, otros
agonizando, deseando estarlo también. De entre ellos se encontraba el autentico
Neil.
-¡Mátame!-repetía el doctor
una y otra vez. Parecía no ver nada por culpa de la sangre que se le acumulaba
en los ojos. Hueter se armó de valor y con el cuchillo seccionó la cabeza de
Neil con un corte limpio. Esta cayó rodando al suelo como si de una pelota de
trapo se tratara.
-¿Por qué me haces esto?-no sabía
a quién le preguntaba, pero sentía como si alguien le estuviera poniendo a
prueba. Quería despertar de aquella pesadilla, pero era todo demasiado real. Tuvo
que hacer lo mismo con el resto de supervivientes, no iba a dejarlos agonizando,
era una tortura demasiado cruel, una muerte que nadie merecía
independientemente de cuáles fueran sus crímenes.
A lo lejos detrás de las
cruces, divisó la silueta de lo que parecían ser tres torres de
telecomunicaciones. Caminó a toda velocidad sin mirar atrás, con la esperanza
de que su suerte cambiara. A medida que se acercaba, lo veía con mucha más
claridad. Eran muy altas, con enormes antenas parabólicas en la parte superior.
Estaban bastante bien conservadas, quizás alguien las estaba utilizando o quizás,
viviendo en su interior.
Sin darse cuenta, Hueter
tropezó con el cuerpo tirado en el suelo de un hombre, vestido con una extraña
servoarmadura de un blanco radiante. Poco faltó para darse de bruces contra el
suelo, pero finalmente pudo mantenerse en pie. Una vez recuperó el equilibrio,
comprobó que había más, unos cinco, todos muertos. La mayoría con un balazo de
fusión en la cabeza.
<< ¿Serán los famosos
blancos?-pensó al ver el reluciente blanco de las armaduras>>
Sin previo aviso, una bala
de fusión pasó rozándole el mechón de pelo rubio. Hueter miró a su alrededor en
busca de algún lugar donde ponerse a salvo, pero no encontró nada. Solo uno de
los cuerpos sin vida de los de blanco, que a la postre acabaría utilizando como
escudo humano para evitar ser alcanzado. El disparo parecía proceder de lo más
alto de las torres de comunicación.
-¡No disparéis!-gritó con
todas sus fuerzas, mientras aguantaba en alto el cadáver de servoarmadura
blanca-¡Vengo en son de paz!-nadie respondió, aunque tampoco hubo otro disparo.
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