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miércoles, 17 de diciembre de 2014

CAPÍTULO XLIII - ADIOS MI HOGAR



FUENTE



Tenía la sensación de estar más drogado que de costumbre. La sangre de la abominación, no le dejó ver nada mas allá de su mano aferrada al cuchillo, mientras ambos se precipitaban al vacío. De pronto despertó en aquel extraño lugar. Un sitio oscuro, lleno de aparatitos por doquier, con varios robots diminutos. Volaban alrededor de su cabeza, haciendo a saber que con ella, pero a él no le importaba lo más mínimo. Al fin y al cabo no notaba nada en ninguna parte de su cuerpo.
Miraba a uno y otro lado en busca de alguna referencia que le indicara donde podía estar, pero no podía ver con claridad más allá de su nariz, y la potente luz blanca, que alumbraba la mayor parte de su cuerpo, más que ayudar, entorpecía.
Solo podía mover los ojos, el resto de su organismo no respondía a ningún estímulo.
De repente, los diminutos robots dejaron paso a un tercero de dimensiones grotescas, si lo comparaba con aquellas moscas cojoneras.
Cada vez lo veía con más claridad, tenía un parecido similar al de la extraña nave que posó sobre el edificio, a la bestia que acabó con su amigo, pero aunque allí dentro parecía gigantesca, esta era mucho más pequeña que la que vio en aquel fatídico instante.
-¿Que tenemos aquí?-la voz que emitía aquel extraño robot parecía real, como si tuviera cuerdas vocales humanas, nada que ver con los sonidos enlatados que proyectaban los robots normales-Ah sí. Es el protector de la metrópolis. El matagigantes-Fuente intentaba responderle, pero su boca no conseguía articular sílaba alguna-No te esfuerces, no podrás moverte hasta que yo lo ordene. Mírate y dime si te gusta tu nuevo aspecto.
Fuente bajó la vista haciendo caso a las órdenes del robot. Comprobó que no era su cuerpo, parecía más bien el de un supermutante. De un color amarillento, con venas prominentes y una musculatura digna de las revistas de culturismo del antiguo mundo.
-¿Que mierda es esta?-preguntó desconcertado por su nueva imagen.
-Tu cuerpo no es este, está en otro lugar, un lugar cuya ubicación no te será revelada por seguridad. Mataste a mi Goliat, así que ahora me perteneces. Tienes que saldar tus deudas- <<Sea lo que sea esto, se droga mucho más que yo-pensó al escuchar las palabras del robot>> - Tienes la ubicación de un lugar el cual debes destruir. Mas te vale seguir mis instrucciones, de lo contrario pasarás la eternidad siendo un vegetal.
Inmediatamente después de escuchar aquellas palabras, todo lo que le rodeaba comenzó a sumirse en la oscuridad más absoluta. Momentos después, despertó de nuevo. Esta vez, estaba situado en lo más alto de los restos del edificio, en el que se enfrentó a la bestia.
<< ¡Que rallada por dios! >>
Fuente miró sus manos, continuaba siendo un supermutante. No entendía el porqué, pero los supermutantes no se atacaban entre si, al menos ser un monstruo podría ayudarle a salir de la gran metrópolis, no todo iban a ser malas noticias.
Miraba y miraba sus manos, como si de un niño con un juguete nuevo se tratara. Eran enormes y poderosas, comprobó que en su muñeca izquierda, portaba una especie de reloj con una pantalla llena de pequeñas grietas. Esta mostraba un punto específico en el mapa. Fuente imaginó que era el lugar que debía destruir según las órdenes del chiflado robot, pero ¿Como se supone que iba a hacer tal tarea?
Conforme caminaba en una dirección u otra, variaba la posición que marcaba el reloj. Fuente decidió seguir la trayectoria que marcaba aquel artilugio, quizás fuera la tan ansiada ruta de salida de la maldita metrópolis.
Como de costumbre, todos los edificios parecían iguales. La sombra que proyectaban era cada vez más pronunciada. Esta vez, no se detendría por nada, aunque ello implicara caminar a oscuras por la noche. Siendo un supermutante, no tenia porque tener miedo de posibles amenazas por parte de otros mutantes. De todos modos, si algún descerebrado intentaba atacarle, sería una buena opción para probar la fuerza de sus enormes puños.
La ciudad era deprimente, y cuanto más tiempo pasaba en ella más deprimente se volvía. A menudo, cuando Fuente llegaba a lo más alto de los edificios y contemplaba el paisaje, imaginaba como sería la metrópolis antes de la guerra. Llena de vida, gente paseando por cualquier lugar, coches volando, millones de lucecitas que iluminaban las calles y los edificios por las noches, creando un espectáculo de colores inimaginable. Pero ahora, lo único que veía eran montones y más montones de escombros.
El sol casi había desaparecido por completo, los últimos rayos aun bañaban la parte superior de los edificios más altos, pero a ras de suelo, parecía ya de noche. Solo la tímida luz que emanaba de la pantalla del reloj, mostraba a duras penas el camino que se supone, debía seguir.
Tan concentrado estaba en no perderse entre la oscuridad, que no pudo evitar chocar con otro supermutante de dimensiones similares a las suyas. Este giró levemente la cabeza mirándole de reojo, a duras penas se le veía el rostro. De mirada penetrante, y con esa característica sonrisa agresiva, de dientes grandes, que todos los supermutantes tenían grabada a fuego en la cara. Fuente no tenía medio alguno para ver su nueva jeta, pero estaba convencido de que la suya sería igual. Al verle, el supermutante pareció no tomarle como una amenaza gracias a su nuevo cuerpo, y se limitó a seguir comiendo casquería, que sacaba de un viejo saco empapado de sangre.
<< ¡Qué asco por dios!-pensó al verlo meterse restos de sesos en la boca>>
Era una sensación bastante extraña estar delante de un monstruo de esos, y que este no quisiera matarle, aunque por otro lado, nunca se había sentido tan seguro dentro de aquella maldita ciudad.
<< ¡Aun tendré que darle las gracias y todo al chiflado del robot!>>
Cada vez se adentraba más en la penumbra absoluta que imperaba en las calles. Las bestias raras comenzaban a tener más presencia en el lugar. Aquel era el sitio más inhóspito que podría haber en toda la región. Cada vez, era más notable la sensación de que aquella ruta, no le permitiría salir de la metrópolis.
Poco a poco comenzaba a ver los edificios, los escombros, las ruinas y los engendros con más claridad. Parecía como si el color de las cosas se hubiera disuelto en tonalidades grises. Por lo visto, los ojos de aquella bestia tenían la gran virtud de adaptarse a situaciones con escasez de luz. Un paisaje en blanco y negro se levantaba ante sus narices.
Se escuchaban disparos a lo lejos, seguramente hombres batallando contra alguna abominación, caza tesoros quizás, nadie en su sano juicio se adentraría tanto en la ciudad, si no fuera para conseguir un buen botín, repleto de riquezas o tecnología del antiguo mundo. Era muy difícil ver un mutante armado con metralleta, aunque en aquel lugar era más fácil que se diera el primer caso.
Rastreando el sonido de los disparos, Fuente se dirigió al origen de estos. Cada vez los escuchaba con más intensidad, incluso voces de alarma y gritos de dolor.
-¡No dejéis de disparar!
-¿De dónde ha salido esa cosa?
-¡Mierdaaaa!- Fuente se apresuró por llegar a la zona de acción, pero una vez allí, solo encontró los cuerpos descuartizados de cuatro hombres. Al parecer, habían topado con algún Behemoth. Tenían las extremidades desgarradas como hojas de papel, algo que solo una abominación de un tamaño similar a los Behemoth era capaz de hacer.
-¡Joder nunca conseguiré salir de aquí!-quiso decir, pero de su boca solo salieron gruñidos. Aquellos desgraciados iban muy bien armados, pero ello, no fue motivo suficiente para evitar acabar como la mayoría de sus compañeros. De entre todas las armas que dejaron esparcidas por el suelo, Fuente fijó la mirada en una Gatling pesada, una ametralladora plasma de gran calibre. Los mutantes no le atacarían, pero los hombres si lo harían, motivo por el que era mejor estar lo mejor protegido posible. Así que sin pensarlo dos veces, cargó con el arma y siguió el camino que marcaba el reloj.
Conforme avanzaba, los edificios parecían más pequeños. Era un buen indicador, de que cada vez estaba más cerca de salir de la metrópolis o al menos eso quería pensar. Pero seguía sin estar totalmente convencido.
<< ¿Como acabamos tan lejos?-pensó al darse cuenta de todo lo que había recorrido>>, no sabía cuántas horas había caminado, ni cuantas horas le quedarían hasta salir de allí. De lo que si estaba seguro, era de que nunca podría haberlo hecho siendo un humano, y menos aun, teniendo que volver noche tras noche al gigantesco estadio de futbol, donde se había establecido el campamento.
-¡Por fin!-quiso gritar, pero de su boca emanó un estruendoso rugido. A lo lejos, casi en el horizonte, reconocía las ruinas de aquellos edificios, los cuales no tenían una altura superior a la de dos plantas. Eran los límites de la ciudad, lugar por donde meses atrás, tanto Fuente como sus compañeros de escuadrón, habían comenzado su misión. Pronto, comenzaría a ver los barracones habitados, en las cercanías de la base del Ejército del Pueblo Libre.
La euforia del momento, desapareció de un plumazo, al darse cuenta que con aquel aspecto, no podría regresar a la base. No era él, era un mutante que no podía articular ninguna palabra armado con una ametralladora.
<< ¡Me cago en mi mala suerte!-pensó-¡Tanto tiempo buscando salir y cuando lo consigo no sirve de nada!>>
Cruzar la zona habitada por civiles era tarea fácil. Fuente conocía hasta donde se extendía aquel sector, podría bordearlo y así evitar ser visto por nadie. Pero no podía dejar de preguntarse para que iba a querer hacer eso. Una vez a las puertas de la base, sería atacado y él no podría hacer nada para dar a entender a sus antiguos compañeros, que no era una amenaza para ellos.
-¡Mierda, mierda, mierda!-gruñía una y otra vez, dándose cabezazos contra los restos de una pared. Por el reloj, comprobó que no se había desviado tanto de la trayectoria inicial. Al menos si seguía la nueva ruta, podría ver de lejos la base y recordar viejos tiempos.
Caminó por los límites del territorio ocupado por los civiles, los primeros rayos de sol de la mañana, bañaban las sucias aguas del rio y Fuente volvía ver el paisaje a todo color. A lo lejos vislumbraba la base, aunque aun podía acercarse un poco más sin correr el peligro de ser visto y así lo hizo. Pero una vez alcanzó el límite de seguridad, percibió una amenaza, pero no para él, sino para sus compañeros de la base.
Un pequeño ejército de unos cincuenta soldados, se organizaban escondidos entre las ruinas, al parecer se preparaban para asaltar el fuerte. Vestían una extraña servoarmadura de un blanco impoluto. Iban muy bien armados y por cómo se movían, parecía que sabían bien por donde tenían que atacar.
Fuente se sentía con la obligación de hacer algo para alertar a la base, fueran cuales fueran las consecuencias. Corrió bordeando el río para no ser visto por los atacantes. Una vez accedió a la zona de seguridad de la base, armó la ametralladora y comenzó a disparar, fijando su objetivo en el lugar donde se escondían los asaltantes de servoarmadura blanca. Aquella acción pareció dar sus frutos de inmediato, puesto que la alarma de la base comenzó a sonar. Cuando era humano, odiaba aquel estridente sonido, pero ahora era como una melancólica melodía para sus oídos.
El ejército enemigo comenzó a salir de su escondrijo, tomando una posición estratégica en el campo de batalla. Fuente pronto se vio envuelto en medio de un fuego cruzado, con escasas posibilidades de ponerse a salvo. La mayoría de las balas acababan impactando en su cuerpo, haciendo saltar por los aires, pequeños trozos de carne amarillenta y salpicones sangre, pero él no sentía daño alguno. Lo que si comenzaba a percibir era la fatiga que acumulaba aquel cuerpo, conforme los proyectiles le alcanzaban.
Consiguió acabar con tres de los soldados, pero aquello le costó toda la munición que disponía para el Gatling. Con una rabia desmedida lanzó el arma a varios metros. Esta no llegó a alcanzar a ningún enemigo, acción que Fuente lamentó en su interior.
Con los puños de supermutante como único armamento, Fuente caminó con paso firme en dirección opuesta a la base, allá donde había mayor número de soldados enemigos. Sentía que cada vez sus movimientos eran más lentos. Todas las armas enemigas y parte de las amigas, tenían puesto el punto de mira sobre su cuerpo, disparando sin miramientos. Pero por mucho que dispararan, no conseguían que él se detuviera.
Cuando ya casi había alcanzado al pelotón enemigo, sus piernas dejaron de responder. Se dio cuenta de que estaba con las rodillas clavadas en el suelo, a pocos metros de sus presas y no podía hacer nada por levantarse. En ese momento, uno de los soldados enemigos, aprovechó para armar un Toro.
<< ¡Mierda!-pensó al ver el arma-¡Si consigue disparar esa bestia saltaremos todos por los aires!>>
El soldado tuvo toda la tranquilidad del mundo para cargar el arma, o al menos eso le pareció a Fuente. Una vez equipado y con la ayuda de un compañero, apuntó hacia la base del Ejército del Pueblo Libre y disparó el proyectil.
Fuente estaba en medio de la trayectoria del misil, al parecer el soldado quería matar dos pájaros de un tiro. Con la poca fuerza que aún le quedaba en los brazos, consiguió interceptar el misil abalanzándose sobre él. Este lo arrastró varios metros, hasta que finalmente se detuvo amarrado entre sus brazos y en ese preciso instante, un zumbido ensordecedor inundó sus oídos. El zumbido paró de inmediato y todo cuanto le rodeaba volvió a la más absoluta oscuridad.

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