HUETER
La boca le sabía a madera, sentía como si la cabeza le
fuera a estallar. Estaba tirado en el suelo boca abajo, Hueter no sabia cuantas
horas había estado durmiendo en esa posición. Recordaba haber tenido antes esas
sensaciones, recuerdos borrosos de la noche anterior, dolor de cabeza, acidez
de estomago, leves mareos, debilidad corporal. En ese momento lo recordó todo.
La tarde anterior Jacq le había desafiado a beber, la
apuesta doble o nada del pago pendiente por la comida del mediodía.
<< ¿Tengo resaca? >> No recordaba la última
vez que había tenido esos síntomas, seguramente antes de la guerra, en alguna
de sus muchas visitas a los bares del barrio donde vivía.
- ¿Mucha resaca? - Jacq estaba fuera, sentado en unas
escaleras destartaladas de madera que daban acceso al porche. En su mano
derecha sujetaba una taza de metal con café recién hecho y en la otra un cigarro
casi consumido.
- ¿Que cojones paso anoche? - estaba desconcertado. Parecía
ser tarde, a esas horas el bar solía estar lleno, pero ese día la gente había
desaparecido.
- La apuesta se alargó y al final nos quedamos solos,
te caíste yendo a por otra botella y ya no te volviste a levantar. Así que gané
la apuesta.
-¡Imposible!- nadie había ganado nunca a Hueter en las
competiciones de beber, su condición de necrófago lo hacia invulnerable al
alcohol, poca gente lo sabia, por eso siempre ganaba - ¡Hiciste trampa seguro!
-Al igual que tu yo tampoco me puedo emborrachar.
Miento si puedo, pero hacen falta cantidades industriales para que eso pase. Tu
pensabas que yo soy como el resto y que acabarías emborrachándome, pero mi hígado
es como el tuyo- Hueter se extrañó al oír esas palabras, Jacq no era ningún necrófago,
de eso estaba bien seguro - Trabajé de pequeño en unas minas con mucha
radiación, extrayendo restos de cabezas nucleares utilizadas en la guerra, sin
mas protección que unos guantes agujereados y ropa vieja y sucia. La radiación
no era muy elevada, la gente mayor murió contaminada, pero la mayoría de los jóvenes
desarrollamos una cualidad. Nuestro hígado había sufrido un proceso como el que
sufren los necrófagos, ahora son capaces de absorber y eliminar por completo la
radiación del cuerpo sin dejar secuelas a parte de otras muchas propiedades
como ser mucho mas resistentes a los efectos del alcohol que el resto de
humanos.
- O sea un hombre con hígado de necrófago. Todo
ventajas- añadió Hueter.
- Exacto, pero todo tiene un limite. Y efectivamente
un necrófago se puede emborrachar, eso es lo que te pasó anoche.
Esas palabras hicieron recapacitar a Hueter, después
de todo no era tan diferente a los hombres, quizás el también envejecía. Después
de mucho tiempo volvía a encontrarle sentido a la vida.
-¡Podemos sacarle tajada a tu virtud!- comentó -La
gente me conoce demasiado y ya no quiere jugar conmigo a doble o nada porque
siempre pierden pero contigo es diferente, pueden jugar contigo y les cobraremos
el doble, luego tu te llevas tu parte del pastel y bebidas gratis.
-Tío, no quiero pudrirme en un antro emborrachando a
la gente. Ya se que el mundo esta echo una mierda pero creo que hay mejores
cosas que hacer.
-Bueno, no sé si conoces los casinos que hay al oeste,
muy bonitos y con mucho vicio.
-La verdad que no- respondió Jacq. El cigarrillo se había
consumido y casi se quemó el bigote, así que tuvo que desecharlo, acto seguido
sacó otro del paquete que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta y se
lo encendió- ¿Quieres? - ofreciéndole uno. Hueter se encendió otro, el humo le salía
por el cuello al tener poca piel.
-En estos casinos se hacen todo tipo de competiciones,
beber, follar, drogarse... cualquier vicio es suficiente para apostar. A los necrófagos
no nos dejan participar, pero tu si puedes, podemos ganar mucha pasta- los ojos
de Hueter parecían dos platos blancos a la luz del sol.
- Esa idea me gusta mas ¿Viste si volvió mi compañera?
- Hablando del rey de Roma que por la puerta asoma...
- señaló hacia el camino que llevaba al pueblo. Poli volvía al bar después de
pasar media tarde y toda la noche en el pueblo.
- ¿Donde cojones te habías metido? - pregunto Jacq a
su hermana, dándole una calada al cigarro.
-Si te lo cuento no te lo creerás- Poli se sentó con
ellos. No llevaba la misma ropa que el día anterior. Vestía una armadura
convencional gris metalizada, salpicada de sangre seca. Durante los siguientes
minutos solo hablo ella, narró al detalle lo sucedido la noche anterior ante el
desconcierto de Hueter y Jacq.
<<Hoy parece ser que no tendré clientela>>
intuía Hueter al escuchar lo acontecido la noche anterior. Suponía una perdida
importante de dinero, perder una apuesta y tener el bar vacio durante un día.
-Hay un trabajo que quizás nos interese hermano-
concluyó Poli.
-¿De que se trata hermana?
-Es un poco arriesgado, me han pedido rescatar tres
niños que tienen retenidos en la prisión de la banda de los Trajes Grises...
-...estas chalada- interrumpió Hueter - ¿Vosotros dos
solos pretendéis entrar a pistoletazo limpio y sacarlos de allí sin mas? ¡Suerte
entonces!-
-Parece que sabes de lo que hablas colega- respondió
Jacq -Suena arriesgado pero puede ser divertido. Hoy parece que vas a tener el día
libre ¿Te vienes con nosotros? Eh... ¿como decías que te llamabas?
-Hueter, me llamo Hueter. No esperes ir allí tan
pronto - Hueter conocía de sobra la prisión. Tiempo atrás estuvo preso, cuando
esta aun no era propiedad de la banda de los Trajes Grises. Antaño la prisión había
servido como centro para estudiar los necrófagos. Cada vez que recordaba las
torturas sufridas se le erizaban los pocos pelos que le quedaban. Le daba muy
mala espina la idea de acompañarles en el rescate, pero había algo que le
empujaba a acabar de una vez por todas con aquel lugar de sufrimiento - Esta
bien, os acompañare - suspiró - Aunque si queremos salir de allí con vida
tendremos que ir muy bien equipados y trazar un plan.
- ¿De cuanta pasta estamos hablando? - preguntó Jacq a
su hermana.
- Aun no lo sé, Rose la dueña de la pensión fue quien
me lo pidió, me dijo que si estábamos dispuestos que volviéramos a hablar con
ella.
-Entonces no hay tiempo que perder cuando de pasta se
trata- Hueter se puso en pie - ¡Vamos que hace tiempo que no doy un paseo por
el pueblo!
Hacia mucho tiempo que las puertas del bar no permanecían
todo el día cerradas de cara al público, era su casa y su negocio a la vez.
Poco tardaron en llegar al pueblo, no había rastro
alguno de los muertos en el enfrentamiento de la noche anterior. Solo dos
hombres de la banda de los Trajes Grises, atados de pies y manos a un palo en
el medio de la plaza principal del pueblo, agonizando. Aunque seguían vestidos
con sus trajes grises, tenían el rostro quemado por los rayos del sol. Los
cuervos que merodeaban por la zona se habían dado un festín con sus ojos.
<< Menuda lección - pensaba Hueter al contemplar aquella escena- tendrían
que haberles cortado las pelotas también>>.
Llegaron a la entrada de la pensión Rose, la puerta
estaba abierta. La fachada era de cemento reparada con tablones de madera por
doquier. Se podía diferenciar claramente los agujeros y quemaduras producidas
por el impacto de los proyectiles.
La primera en entrar en la pensión fue Poli - Deja de
follar...- dijo entre risas burlescas.
- ¡Pasa y cierra petarda! - bufó Rose sentada al fondo
en su escritorio - ¿Que ya lo habéis pensado?
- ¡Un momento!- interrumpió Jacq - ¿Estamos hablando
de sexo? ¿Follas bien?- dejo escapar una sonora carcajada
- ¡Mejor de lo que tu te crees! ¡Y la chupo de vicio!
Pero eso no viene a cuento ahora. ¿Vais a ayudarme o no?- volvió a preguntar
Rose
- Lo haremos - respondió Poli - pero primero debemos
de hablar de los detalles y la recompensa.
Rose cogió una caja de metal que tenia escondida debajo
de una de las viejas baldosas de la sala. La puso encima de la mesa y dejo ver
su interior. Estaba llena de billetes de antes de la guerra. << Es mucha
pasta - pensó Hueter babeando al ver tal cantidad de dinero - matémosla y
huyamos con el dinero. >> Lo pensó pero se mantuvo callado en todo
momento.
- Hay dieciocho mil de los antiguos euros, seis mil
por cada hijo mío que vuelva con vida. Os puedo proporcionar armas y
equipamiento que hemos ido guardando todos estos años con cautela para
ocasiones como estas- Rose señaló el mueble de cajones cuadrados metálicos que
tenia detrás de su escritorio.
Hueter sabia de sobra que el pueblo no era un buen
sitio para buscar armas de gran calibre y mucho menos de energía. Tampoco eran fáciles
de encontrar los trajes militares como corazas y armaduras. Viendo el arsenal
del cual disponía Rose en secreto lo comprendió todo.
Los comerciantes solo ponían a la venta las armas de
pequeño calibre, mas aptas para la caza de pequeños animales que para
defenderse de un asalto. Guardaban con recelo todas y cada una de las armas de
asalto, calibre pesado y de energía que conseguían con mucho sacrificio a través
de comerciantes ambulantes.
Por su pasado militar en la guerra, Hueter sabia de lo
que era capaz cada arma. Las armas y corazas que les ofrecía Rose no eran
precisamente de la elite militar, pero era mucho mejor que el equipo del cual disponía.
De todos modos podrían conseguir un buen precio con otros comerciantes para después
obtener armas más acordes para la misión en cuestión.
-¿Tu que opinas hermano?- pregunto Poli, la chica
pelirroja a su hermano postizo.
- Seis mil por cada hijo y una mamada por adelantado
de la dueña de la pensión - respondió Jacq sin titubear.
- ¿Como? - respondió Rose con asombro. Hueter nunca había
visto una negociación similar. << Una mamada de recompensa por adelantado
- pensó - ¡Quien tuviera polla en estos momentos! >> Le parecía chistoso
y excitante a la vez. Por fuera parecía serio pero internamente sus carcajadas
resonaban en su cabeza al ritmo de tambores. Tuvo que contenerse mucho para no
explotar en una sonora risa.
-¡Bien la tendrás!- dijo Rose, rompiendo el silencio
que se había producido en la sala después de la contra oferta de Jacq -¡Pero
mas os vale traerme con vida a mis hijos! ¡De lo contrario os perseguiré para
cortaros las pelotas hasta en el mismísimo infierno! ¡Tú conmigo!- señalo a
Jacq -¡Vosotros fuera! ¡Nos vemos en un rato! ¡La pensión momentáneamente esta
cerrada!
Hueter salió en primer lugar, Poli le seguía con cara
de incredulidad.
-Chica roja- comenzó mientras se sentaban en un
banco viejo que había enfrente de los dos pilones que servían de tortura a los
agonizantes miembros de la banda de los Trajes Grises - Esto va a ser muy
complicado. Créeme he estado en esa prisión mucho tiempo y se de lo que estoy
hablando. Debemos conseguir más personal, mercenarios quizás y mejor
equipamiento. Con el que nos ha proporcionado no saldríamos con vida de allí.
Se donde conseguirlo. A ver si acaban pronto y podemos ponernos manos a la
obra.
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