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lunes, 27 de enero de 2014

CAPÍTULO VI - RESACA



HUETER




La boca le sabía a madera, sentía como si la cabeza le fuera a estallar. Estaba tirado en el suelo boca abajo, Hueter no sabia cuantas horas había estado durmiendo en esa posición. Recordaba haber tenido antes esas sensaciones, recuerdos borrosos de la noche anterior, dolor de cabeza, acidez de estomago, leves mareos, debilidad corporal. En ese momento lo recordó todo.

La tarde anterior Jacq le había desafiado a beber, la apuesta doble o nada del pago pendiente por la comida del mediodía.

<< ¿Tengo resaca? >> No recordaba la última vez que había tenido esos síntomas, seguramente antes de la guerra, en alguna de sus muchas visitas a los bares del barrio donde vivía.

- ¿Mucha resaca? - Jacq estaba fuera, sentado en unas escaleras destartaladas de madera que daban acceso al porche. En su mano derecha sujetaba una taza de metal con café recién hecho y en la otra un cigarro casi consumido.

- ¿Que cojones paso anoche? - estaba desconcertado. Parecía ser tarde, a esas horas el bar solía estar lleno, pero ese día la gente había desaparecido.

- La apuesta se alargó y al final nos quedamos solos, te caíste yendo a por otra botella y ya no te volviste a levantar. Así que gané la apuesta.

-¡Imposible!- nadie había ganado nunca a Hueter en las competiciones de beber, su condición de necrófago lo hacia invulnerable al alcohol, poca gente lo sabia, por eso siempre ganaba - ¡Hiciste trampa seguro!

-Al igual que tu yo tampoco me puedo emborrachar. Miento si puedo, pero hacen falta cantidades industriales para que eso pase. Tu pensabas que yo soy como el resto y que acabarías emborrachándome, pero mi hígado es como el tuyo- Hueter se extrañó al oír esas palabras, Jacq no era ningún necrófago, de eso estaba bien seguro - Trabajé de pequeño en unas minas con mucha radiación, extrayendo restos de cabezas nucleares utilizadas en la guerra, sin mas protección que unos guantes agujereados y ropa vieja y sucia. La radiación no era muy elevada, la gente mayor murió contaminada, pero la mayoría de los jóvenes desarrollamos una cualidad. Nuestro hígado había sufrido un proceso como el que sufren los necrófagos, ahora son capaces de absorber y eliminar por completo la radiación del cuerpo sin dejar secuelas a parte de otras muchas propiedades como ser mucho mas resistentes a los efectos del alcohol que el resto de humanos.

- O sea un hombre con hígado de necrófago. Todo ventajas- añadió Hueter.

- Exacto, pero todo tiene un limite. Y efectivamente un necrófago se puede emborrachar, eso es lo que te pasó anoche.

Esas palabras hicieron recapacitar a Hueter, después de todo no era tan diferente a los hombres, quizás el también envejecía. Después de mucho tiempo volvía a encontrarle sentido a la vida.

-¡Podemos sacarle tajada a tu virtud!- comentó -La gente me conoce demasiado y ya no quiere jugar conmigo a doble o nada porque siempre pierden pero contigo es diferente, pueden jugar contigo y les cobraremos el doble, luego tu te llevas tu parte del pastel y bebidas gratis.

-Tío, no quiero pudrirme en un antro emborrachando a la gente. Ya se que el mundo esta echo una mierda pero creo que hay mejores cosas que hacer.

-Bueno, no sé si conoces los casinos que hay al oeste, muy bonitos y con mucho vicio.

-La verdad que no- respondió Jacq. El cigarrillo se había consumido y casi se quemó el bigote, así que tuvo que desecharlo, acto seguido sacó otro del paquete que llevaba en uno de los bolsillos de su chaqueta y se lo encendió- ¿Quieres? - ofreciéndole uno. Hueter se encendió otro, el humo le salía por el cuello al tener poca piel.

-En estos casinos se hacen todo tipo de competiciones, beber, follar, drogarse... cualquier vicio es suficiente para apostar. A los necrófagos no nos dejan participar, pero tu si puedes, podemos ganar mucha pasta- los ojos de Hueter parecían dos platos blancos a la luz del sol.

- Esa idea me gusta mas ¿Viste si volvió mi compañera?

- Hablando del rey de Roma que por la puerta asoma... - señaló hacia el camino que llevaba al pueblo. Poli volvía al bar después de pasar media tarde y toda la noche en el pueblo.

- ¿Donde cojones te habías metido? - pregunto Jacq a su hermana, dándole una calada al cigarro.

-Si te lo cuento no te lo creerás- Poli se sentó con ellos. No llevaba la misma ropa que el día anterior. Vestía una armadura convencional gris metalizada, salpicada de sangre seca. Durante los siguientes minutos solo hablo ella, narró al detalle lo sucedido la noche anterior ante el desconcierto de Hueter y Jacq.

<<Hoy parece ser que no tendré clientela>> intuía Hueter al escuchar lo acontecido la noche anterior. Suponía una perdida importante de dinero, perder una apuesta y tener el bar vacio durante un día.

-Hay un trabajo que quizás nos interese hermano- concluyó Poli.

-¿De que se trata hermana?

-Es un poco arriesgado, me han pedido rescatar tres niños que tienen retenidos en la prisión de la banda de los Trajes Grises...

-...estas chalada- interrumpió Hueter - ¿Vosotros dos solos pretendéis entrar a pistoletazo limpio y sacarlos de allí sin mas? ¡Suerte entonces!-

-Parece que sabes de lo que hablas colega- respondió Jacq -Suena arriesgado pero puede ser divertido. Hoy parece que vas a tener el día libre ¿Te vienes con nosotros? Eh... ¿como decías que te llamabas?

-Hueter, me llamo Hueter. No esperes ir allí tan pronto - Hueter conocía de sobra la prisión. Tiempo atrás estuvo preso, cuando esta aun no era propiedad de la banda de los Trajes Grises. Antaño la prisión había servido como centro para estudiar los necrófagos. Cada vez que recordaba las torturas sufridas se le erizaban los pocos pelos que le quedaban. Le daba muy mala espina la idea de acompañarles en el rescate, pero había algo que le empujaba a acabar de una vez por todas con aquel lugar de sufrimiento - Esta bien, os acompañare - suspiró - Aunque si queremos salir de allí con vida tendremos que ir muy bien equipados y trazar un plan.

- ¿De cuanta pasta estamos hablando? - preguntó Jacq a su hermana.

- Aun no lo sé, Rose la dueña de la pensión fue quien me lo pidió, me dijo que si estábamos dispuestos que volviéramos a hablar con ella.

-Entonces no hay tiempo que perder cuando de pasta se trata- Hueter se puso en pie - ¡Vamos que hace tiempo que no doy un paseo por el pueblo!

Hacia mucho tiempo que las puertas del bar no permanecían todo el día cerradas de cara al público, era su casa y su negocio a la vez.

Poco tardaron en llegar al pueblo, no había rastro alguno de los muertos en el enfrentamiento de la noche anterior. Solo dos hombres de la banda de los Trajes Grises, atados de pies y manos a un palo en el medio de la plaza principal del pueblo, agonizando. Aunque seguían vestidos con sus trajes grises, tenían el rostro quemado por los rayos del sol. Los cuervos que merodeaban por la zona se habían dado un festín con sus ojos. << Menuda lección - pensaba Hueter al contemplar aquella escena- tendrían que haberles cortado las pelotas también>>.

Llegaron a la entrada de la pensión Rose, la puerta estaba abierta. La fachada era de cemento reparada con tablones de madera por doquier. Se podía diferenciar claramente los agujeros y quemaduras producidas por el impacto de los proyectiles.

La primera en entrar en la pensión fue Poli - Deja de follar...- dijo entre risas burlescas.

- ¡Pasa y cierra petarda! - bufó Rose sentada al fondo en su escritorio - ¿Que ya lo habéis pensado?

- ¡Un momento!- interrumpió Jacq - ¿Estamos hablando de sexo? ¿Follas bien?- dejo escapar una sonora carcajada

- ¡Mejor de lo que tu te crees! ¡Y la chupo de vicio! Pero eso no viene a cuento ahora. ¿Vais a ayudarme o no?- volvió a preguntar Rose

- Lo haremos - respondió Poli - pero primero debemos de hablar de los detalles y la recompensa.

Rose cogió una caja de metal que tenia escondida debajo de una de las viejas baldosas de la sala. La puso encima de la mesa y dejo ver su interior. Estaba llena de billetes de antes de la guerra. << Es mucha pasta - pensó Hueter babeando al ver tal cantidad de dinero - matémosla y huyamos con el dinero. >> Lo pensó pero se mantuvo callado en todo momento.

- Hay dieciocho mil de los antiguos euros, seis mil por cada hijo mío que vuelva con vida. Os puedo proporcionar armas y equipamiento que hemos ido guardando todos estos años con cautela para ocasiones como estas- Rose señaló el mueble de cajones cuadrados metálicos que tenia detrás de su escritorio.

Hueter sabia de sobra que el pueblo no era un buen sitio para buscar armas de gran calibre y mucho menos de energía. Tampoco eran fáciles de encontrar los trajes militares como corazas y armaduras. Viendo el arsenal del cual disponía Rose en secreto lo comprendió todo.

Los comerciantes solo ponían a la venta las armas de pequeño calibre, mas aptas para la caza de pequeños animales que para defenderse de un asalto. Guardaban con recelo todas y cada una de las armas de asalto, calibre pesado y de energía que conseguían con mucho sacrificio a través de comerciantes ambulantes.

Por su pasado militar en la guerra, Hueter sabia de lo que era capaz cada arma. Las armas y corazas que les ofrecía Rose no eran precisamente de la elite militar, pero era mucho mejor que el equipo del cual disponía. De todos modos podrían conseguir un buen precio con otros comerciantes para después obtener armas más acordes para la misión en cuestión.

-¿Tu que opinas hermano?- pregunto Poli, la chica pelirroja a su hermano postizo.

- Seis mil por cada hijo y una mamada por adelantado de la dueña de la pensión - respondió Jacq sin titubear.

- ¿Como? - respondió Rose con asombro. Hueter nunca había visto una negociación similar. << Una mamada de recompensa por adelantado - pensó - ¡Quien tuviera polla en estos momentos! >> Le parecía chistoso y excitante a la vez. Por fuera parecía serio pero internamente sus carcajadas resonaban en su cabeza al ritmo de tambores. Tuvo que contenerse mucho para no explotar en una sonora risa.

-¡Bien la tendrás!- dijo Rose, rompiendo el silencio que se había producido en la sala después de la contra oferta de Jacq -¡Pero mas os vale traerme con vida a mis hijos! ¡De lo contrario os perseguiré para cortaros las pelotas hasta en el mismísimo infierno! ¡Tú conmigo!- señalo a Jacq -¡Vosotros fuera! ¡Nos vemos en un rato! ¡La pensión momentáneamente esta cerrada!

Hueter salió en primer lugar, Poli le seguía con cara de incredulidad.

-Chica roja- comenzó mientras se sentaban en un banco viejo que había enfrente de los dos pilones que servían de tortura a los agonizantes miembros de la banda de los Trajes Grises - Esto va a ser muy complicado. Créeme he estado en esa prisión mucho tiempo y se de lo que estoy hablando. Debemos conseguir más personal, mercenarios quizás y mejor equipamiento. Con el que nos ha proporcionado no saldríamos con vida de allí. Se donde conseguirlo. A ver si acaban pronto y podemos ponernos manos a la obra.  

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