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miércoles, 29 de enero de 2014

CAPÍTULO IX - TODO POR LA PATRIA



ROSE




Echó el cerrojo a la puerta principal de la pensión nada más salir los nuevos mercenarios que había contratado. Solo quedaba por hacer una parte del trato para cerrar definitivamente el acuerdo. Rose estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar a sus hijos.

Muchos eran los mercenarios que se habían ofrecido para la misma tarea en los últimos dos años, pero o acababan muertos o simplemente se fugaban con las armas prestadas. Por esta razón el potencial armamentístico que guardaba Rose era menor que antaño. Debía de confiar en el buen hacer de las personas, pero hasta la fecha no había obtenido resultado. Esta vez tenia sensaciones distintas, aunque sabía de sobra que era una misión muy arriesgada y que muy probablemente sus hijos ya estuvieran lejos del Notocar o quizás muertos. No quería pensar en ello, pero la idea siempre le rondaba por la cabeza.

-Sígueme- dijo a Jacq que esperaba apoyado en el escritorio. Sin mediar palabra subieron a la primera planta, donde se ubicaban las habitaciones del hostal.

Toda la planta estaba restaurada con tablones de madera y trozos metálicos, planchas, trozos de uralitas, cualquier material con unas dimensiones considerables era aprovechado para construir y restaurar. Se notaba que la pensión de Rose había sido restaurada a conciencia.

Había cuatro puertas a la izquierda del pasillo, tres a la derecha y una al fondo. Rose recorrió el pasillo entero, su habitación era la del fondo, Jacq la seguía sin mediar palabra.

La puerta estaba abierta.

-Pasa y ponte cómodo.

La habitación era grande, en el centro una cama con forma de corazón, las sabanas que la cubrían eran color rojo carmesí aterciopeladas. A los pies de la cama un arcón metálico donde Rose guardaba toda su ropa. Al fondo un mueble bar antiguo, con puertas de cristal agrietado, lleno de licor, whisky, ginebras, ron y cervezas. La habitación estaba mucho más limpia que el resto de la posada.

Los rayos de sol de mediodía se colaban por pequeñas ranuras en las paredes exteriores, iluminando la habitación en un ambiente intimo.

-¿Puedo servirme una copa?- fue la pregunta de Jacq al ver las botellas de licor.

-¡Por supuesto sírvete tu mismo!- respondió Rose irónicamente. Jacq no debió entender la ironía puesto que se sirvió una copa de whisky -¿Se encuentra bien el señor?

-¡Por supuesto y mejor que voy a estar!-respondió efusivamente. Jacq se sentó en la cama.

-Acabemos con esto cuanto antes- suspiró Rose. Le desabrochó los pantalones. Notaba como ya tenía el miembro duro. Lo acarició suavemente, una y otra vez. Sentía mucha excitación. Las caricias pasaron de las manos a la boca. No dejaba de succionar a la vez que acariciaba la zona de los testículos con su mano.

Jacq se retorcía de placer. Beber el whisky pero lo único que conseguía era derramar su contenido entre las sabanas.

<< Me encanta - pensaba Rose - pero no se me debe notar >> Recorría una y otra vez el pene con la lengua, sabía que más pronto que tarde acabaría por hacerle llegar al orgasmo.

Pasaron unos minutos cuando Rose notó como Jacq había llegado, los fluidos procedentes del miembro de aquel hombre corrían ahora por sus labios. No le importaba, le encantaba.

- ¿Ya está? - Jacq interrumpió su momento de máximo placer - Hay trato entonces. Espera a nuestro regreso.

Fueron las últimas palabras que Rose escuchó antes de ver desaparecer por la puerta al último mercenario que había estado en sus aposentos. Se quedó extrañada, normalmente todos los hombres pedían repetir, pero él se dedicó a vestirse de nuevo, acabarse la copa y marchase. Algo había cambiado, sentía la esperanza de que esta vez no fuera como las anteriores.

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