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viernes, 14 de marzo de 2014

CAPÍTULO XVII - LA VERDAD



JACQ



El mundo daba vueltas a su alrededor. Sentía un gusto ácido en su garganta y parecía como si el estomago le fuera a estallar.

-¡Anda que menudo pedo te has pillado!- la voz era de su hermana Poli que le ayudaba a ponerse en pie. Jacq intentó coger las fichas que había obtenido por ganar la apuesta pero con un movimiento torpe tiró unas cuantas al suelo. Poli las recogió llenándole los bolsillos de las mismas. Inmediatamente se dispusieron a abandonar el bar ante el griterío de los apostantes perdedores.

El sonido de llegada del ascensor retumbó en su cabeza como el chocar de dos platos en una sala pequeña y cerrada. Las puertas se abrieron ante sus ojos dejando paso a una luz intensamente brillante.

-Aguanta, ya salimos fuera- las palabras de su hermana le calmaban pero el mareo y la agonía no cesaba.

En la planta del casino la cosa no fue a mejor, las múltiples luces de neón, las musiquitas de las tragaperras y el trajín de fichas sonaban como bombas en sus oídos.

<<Nunca he bebido veneno como este>> se repetía Jacq una y otra vez. Se apoyaba en Poli para poder caminar, de no ser por su hermana seguiría sentado en la silla del bar luchando por no desvanecerse y caer al suelo.

-Mantente recto haz el favor que tengo que sacar las fichas para poder cobrarlas- la imagen que daban era un poco cómica, Jacq intentaba mantenerse quiero pero se balanceaba sobre sus piernas de un lado a otro, mientras su hermana no paraba de sacar fichas de sus bolsillos.

-Menudo pedo llevas colega, la apuesta ha sido fuerte ¿eh?- bromeó un hombre adulto de pelo y barba canosa que jugaba sin cesar a una de las tragaperras cercana a las taquillas. Una vez cobrado Poli guardó esta vez las chapas de nuevo en los bolsillos de Jacq. Este  se agarro con fuerza al brazo de su hermana y salieron a la calle en busca de Hueter.

Fuera del casino una mano huesuda le devolvió a su ser de un bofetón.

-Si tu estas así imagínate como debe estar el otro- Hueter les estaba esperando a la puerta del casino, cargado con una mochila a su hombro derecho, que al parecer debía contener el premio obtenido por su fraudulenta apuesta -Con suerte estará una semana de resaca...

-¿Pero que era esa mierda que hemos bebido?

-La bebida más fuerte jamás inventada- las palabras del necrófago sonaban a relato de terror- No estas borracho, bueno un poco si lo estarás, pero lo que sentías era solo un pequeño delirio a causa de tanta Hacencola.

-La bofetada milagrosa- bromeo Jacq, el golpe aun le escocía en la mejilla pero gracias a el despertó de su delirio, aunque el ardor de estomago seguía presente en su interior.

-Será mejor que acabemos con esto cuanto antes, si nos ven juntos pueden sospechar. Vayamos a negociar con la Hermandad del Rayo- advirtió Hueter.

<<Estamos cerca>> pensó Jacq, después de un largo y duro camino estaban donde querían estar.

El cuartel de la hermandad difería de los casinos, se notaba a kilómetros que aquello no era ningún casino. Sin carteles de ningún tipo, una fachada de ladrillos marrones con pocas ventanas y puertas metalizadas, hacia mas parecido aquel lugar a un almacén abandonado que a un cuartel general.

La puerta de acceso estaba custodiada por dos integrantes de la Hermandad, equipados con servoarmaduras color gris metalizado. El casco acoplaba directamente con el resto de la armadura dejando el rostro cubierto por completo.

-¡Buenas tardes forasteros! ¿En que puede ayudarles la Hermandad del Rayo?- dijo uno de los guardias apuntando con un rifle de plasma al mismo tiempo, la voz era masculina.

-Venimos a comerciar- respondió Hueter.

-Por favor para poder acceder depositen todas sus armas en el arcón situado al lado de mi compañero. En caso contrario vuelvan por donde han venido o serán expulsados por la fuerza.

Jacq, su hermana y el necrófago confiaron todas su armas en el arcón tal y como había ordenado el guardia. Antes de permitirles el acceso fueron cacheados a conciencia, pero al ver la mochila que llevaba Hueter llena de chapas y los bolsillos de Jacq a rebosar de las mismas, permitieron la entrada sin más dilación.

La puerta accedía directamente a un ascensor enorme iluminado por una luz azul fluorescente. El guardia les acompañó dentro, mientras que su compañero quedó fuera para no dejar la entrada desprotegida.

Jacq estaba sorprendido y por el rostro de Poli esta también debía estarlo al comprobar que el ascensor descendió rápidamente, dando lugar a un complejo subterráneo. El cuartel estaba situado debajo de aquel edifico, la apariencia exterior del cuartel servia de engaño. El interior era muy diferente, un paraíso para la tecnología.

El soldado que les acompaño subió de nuevo con el ascensor no sin antes indicarles el camino de la armería y suministros.

El suelo parecía de metal, aunque Jacq nunca había visto un material así, las pisadas no sonaban, incluso paró para dar dos fuertes pisotones al suelo pero este siguió sin sonar.

-¡Vamos no seas paleto!- bromeó Poli. El pasillo era amplio, bien iluminado se cruzaron con varios integrantes de la Hermandad del Rayo, todos vestían servoarmaduras, algunos con casco otros al parecer de mayor rango sin el. Uno de ellos se detuvo, para dar indicaciones a Jacq y sus compañeros, se notaba que andaban un poco perdidos.
Base subterranea


La tienda era aun mas impresionante, una habitación grande muy iluminada, llena de armas colgadas de las paredes, servoarmaduras colocadas cuidadosamente en estanterías, munición, había tecnología armamentística avanzada por doquier.

-¡Esto es un viaje al futuro!- Jacq tenia los ojos como platos, nunca había visto un sitio similar.

-¡El presente debía ser así o más avanzado incluso!- bufó Hueter.

-¡Bienvenidos a la armería de la Hermandad del Rayo! ¿En que puedo ayudarles señores?- fue la presentación de la encargada de la tienda una chica castaña de pelo rizado y voluminoso, delgada con ojos azules y una bonita sonrisa en su rostro. A diferencia del resto de integrantes ella vestía un traje blanco ceñido a su cuerpo.

-Necesitamos un equipo completo- respondió el necrófago- servoarmadura, rifles de larga distancia, munición...

-...y ayuda médica-interrumpió Jacq. Aquellas palabras crearon el más absoluto silencio en la sala.

-Vale ayuda medica también, unos estimulantes para las heridas...

-...no me refiero a ese tipo de ayuda- Jacq volvió a interrumpir.

-¿De que coño estas hablando?- a juzgar por la respuesta de Hueter aquello parecía incomodarle.

-Sentimos haberte tenido engañado todo este tiempo- Jacq se encogió de hombros al decirle aquellas palabras al necrófago, este le miraba fijamente con el ceño fruncido-La principal razón por la que vinimos a este sitio es porque Poli mi hermana sufre problemas de corazón desde hace tiempo. Cada vez sus ataques son mas fuertes ¿recuerdas que esta mañana he tenido que subir a por ella porque no se levantaba?

-Sabia que algo pasaba- el tono de Hueter mostraba seriedad.

-Venimos de un sitio muy alejado al este de esta región, donde vivíamos nos dijeron que la Hermandad del Rayo tenia tecnología para curar cualquier patología, por eso vinimos. Encontrarte fue mera casualidad pero gracias a ti lo conseguimos en poco tiempo. Te estamos muy agradecidos- Jacq sabia de sobra que aquellas palabras no apaciguarían la rabia que Hueter debía sentir hacia ellos en aquel momento por no haberle dicho la verdad, pero debía intentarlo.

-Muy bien, una historia muy bonita- carraspeó el necrófago- Que tu hermana se quede aquí al cuidado de estos frikis tecnológicos. Tu me acompañaras a por los hijos de aquella zorra y el botín lo dividiremos en dos partes una para mi y el resto para vosotros dos, luego cada uno seguirá su camino.

Jacq asintió con la cabeza, al fin y al cabo tampoco podía discutirle nada, por los gestos de Hueter era hombre muerto si no accedía a sus peticiones.

La transacción se realizó sin ningún problema, compraron dos servoarmaduras, un rifle de plasma para Hueter y Jacq adquirió un cañón Gauss, explosivos magnéticos y munición como para acabar con un ejército. Gastaron todas las chapas que disponían y dieron las armaduras que llevaban para terminar de pagar todo lo adquirido. Poli por el contrario se quedó con su parte del botín para costearse el tratamiento.

-Acompáñame, te llevaré a la enfermería- la chica encargada de la tienda cogió a Poli por el brazo- Por cierto puedes llamarme Traisa.

Jacq la cogió por el otro brazo y le dio un fuerte beso en la mejilla.

-Volveré a por ti hermana, te pondrás bien ya lo veras- una lágrima corrió por su mejilla. Era la primera vez que se separaban desde que se conocieron.

-Vámonos tenemos trabajo que hacer- Jacq hizo caso omiso a las palabras de Hueter, esperó viendo como su hermana se alejaba por aquel pasillo futurista llorando de alegría. El camino hasta la Hermandad había sido muy duro pero aun quedaba mucho por recorrer.

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